Se sabe que Alfonso X lo legó a su hijo Don Pedro; que a principios del siglo XIV pertenecía al Infante de la Cerda; y que Fernando IV recobró en 1312 la villa después de haberla cercado y batido con ingenios sus murallas y su alcázar. Bajo Enrique II pasó a los Infantes de Portugal como dote de Dona Constanza, hija de este rey; luego, a los Infantes de Aragón, hasta que al confiscárseles sus bienes en 1429, pasó a pertenecer a Don Gutierre Gómez de Toledo, obispo de Palencia y más adelante arzobispo de Sevilla y Toledo. Desde entonces es propiedad de esta familia pues lo 1egó el arzobispo al morir en 1445 a su sobrino Fernando Álvarez de Toledo, primer Conde de Alba, luego pasó a su hijo Don García con el título de Duque y en e1 siglo XVI a Don Fadrique y Don Fernando, el gran Duque por antonomasia.
Fue reconstruido como palacio en el siglo XVI. Los franceses lo fortificaron durante la guerra de la Independencia y al evacuarlo éstos, el guerrillero Julián Sánchez “El Charro” le prendió fuego en 1813, dando principio a su despojo y su ruina.
De sus seis torres conserva solamente una, así como algunos lienzos, una portada y varios balconajes. En el torreón se pueden contemplar todavía algunas pinturas de mérito, como la "Batalla de los dioses y los titanes" que adorna la sala-armería del palacio. Actualmente la torre (llamada también “de la Armería”) está restaurada y es visitable, así como otra serie de restos sacados a la luz en el exterior. De las murallas no queda demasiado.
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