Ha tenido fortuna y no solamente sobrevive a la ruina de todas las fortificaciones urbanas tan perseguidas en tiempos de los Reyes Católicos, sino que constituye uno de los más típicos y conocidos monumentos de Salamanca, cien veces y por todos los medios reproducido.
Es bella y airosa de líneas, con sus ochavas cargadas de garitas, sus irregulares huecos, su cornisa de arquillos y modillones y sus escudos de los Sotomayor y Anaya que a la postre nos dejan inciertos sobre si la hizo D. Francisco de Sotomayor, clavero de la Orden de Alcántara, en 1470, como prefirió Quadrado, o D. Frey Diego de Anaya, según testimonio de González Dávila.
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